martes, 29 de julio de 2008

Neal Cassady

Como quien segrega la mitad de chocolate en un vasito de helado con vainilla, postpongo la lectura de Saber Perder, como si fuera el último trozo de chocolate en mucho tiempo.
Acabada ya la vainilla de Abierto toda la noche, y pedidos ya guiones, películas, y obras menores de DT, he empezado a destripar el clásico - vs. se reeditan 100mil copias por año- En el camino de Jack Kerouac, biblia de la generación beat y antesala de los inigualables años 60 según la Historia oficial.

La nomenclatura beat tiene muchas interpretaciones: beatitud, abatido, latido, espontáneo. Silvestre fue la redacción del texto, en 3 semanas, en un rollo de papel sin márgenes ni párrafos.
Pero blando, es la conclusión con que uno se queda de lo beat tras las primeras 120 páginas de la novela.
Es el año 1947, tiempos blandos para ideas y quehaceres progresistas, mas la personalidad de Kerouac no huele a esas universales capaces de saltar las vallas del tiempo.

Curiosamente, la propia novela parece buscar a un personaje frecuentemente. Éste no es otro que Dean Moriarty, alter ego de Neal Cassady, que sí es una psicología rompedora, salvaje y robustamente asilvestrada con mucho de lo establecido, entonces y en cualquier contexto.
Kerouac busca quizás ser el portavoz de esta personalidad ágrafa y caótica, que entre otras cosas conducirá unos años más tarde el autobús escolar psicodélico de los Merry Pranksters a lo largo y ancho de la América de los 60 tal como relata Tom Wolfe en Ponche de ácido lisérgico. Un completo personaje.

En la misma novela aparecen Ginsberg y Burroughs enmascarados, pero de momento sólo deja el regusto de una excursión en auto-stop adolescente con lagunas estilísticas. Confiemos que su futura muerte vital por cirrosis y el mayor protagonismo de Neal Cassady en la segunda mitad de la novela justifiquen una historia más singular, rompedora y universal, dado su lugar en la historia de la sociología.

martes, 22 de julio de 2008

Religión estética

Este fin de semana terminé la lectura de Abierto toda la noche.
Ya nada volverá a ser como antes.
Son sólo palabras escritas en 236 páginas, pero su efecto únicamente es comparable al que causó Ecce Homo en mí hace 11 años. Eso mató a Dios, Trueba ha sido mucho más sutil.
El mundo se ve diferente una vez que lo ha tocado la barita de David Trueba. Este genio autodidacta de la psicología hace que cualquier detalle nimio de mi alrededor esté preñado de contenido si lo miro con sus gafas. Gracias por pavimentar estas carreteras en mi mente, ensancharlas y ponerles áreas de servicio. A cambio hace tiempo que soy Truebista : )

Usted utiliza más que ese 10 % del cerebro del que hablan los cánones, y obviamente hay que inventar gente como usted siempre que se pueda, es más, debería ser legal la clonación de Davids Trueba : D
¿Por qué ahora los nimios detalles de antes son densos y felices, si antes rozaban la nada? ¿Por qué los Belitre son capaces de tanto? No sé, a Abelardo Belitre la lectura de una biblia le bastaba para comer, dormir y cagar en el mundo.
Sí, puede ser que el comprender el mundo, desde el más mínimo detalle, baste para ser feliz con-un-poco-de-pan. Cero de abstracción, ausencia de conceptos, y fobia a los fundamentos, simplemente intentar cerrar el círculo a partir de cualquier cosa (con ciencia, eso lo pueden hacer cuatro, no confundamos). Me chivaste ese secreto. Para mí, es fácil, sé que existen los Belitre, sé que existe David Trueba (como idem su hermano sabe que existe Willy Wilder). La religión siempre tendría que ser estética.
Hay libros de cabezazos y libros de cabecera, libros-medicamento, libros leprosos, libros-cambiavidas, y libros de David Trueba.
Por hoy ponemos el punto y seguido

lunes, 14 de julio de 2008

Entrevista sobre Saber Perder

De Helena Hevia en El Periódico,
-->Para el escritor y director de cine David Trueba (Madrid, 1969) existe un número mágico, el cuatro, aunque no sepa muy bien decir el porqué. "Quizá porque nací en Cuatro Caminos", aventura con guasa. Y es que cuatro eran los amigos de su segunda y muy celebrada novela, y cuatro vuelven a ser los personajes de Saber perder (Anagrama).
"Escribo para clarificar el mundo y cuando acabo un libro el resultado sigue siendo confuso para mí", admite con su característica y divertida resignación en la presentación de la obra. Pero a pesar de todo, con sus frases de "anciano sabio chino", como las define su editor, alguna que otra certeza sí tiene. "Vivimos en una época en la que que el triunfo y la fama se consideran como la perfección misma. Es una idea que comparten, incluso, personas sensibles e inteligentes. Pero nos olvidamos de las tensiones y, a menudo, de la imposibilidad que conlleva llegar a esa perfección con los materiales imperfectos de los que estamos hechos". Así que Trueba, el sabio chino, propugna una felicidad zen cargada de sentido común y hecha de fracasos menores. "La vida está llena de pequeñas derrotas de las que hay que saber levantarse. De hecho, vivir es saber perder". Y, según el autor, la mejor fórmula para no acabar convertido en lo que no querías ser.
Siguiendo un consejo que alguien le dio un día, Trueba no se pone a escribir si no tiene un título, y en este caso era capital partir de esa idea que es como la espina dorsal de la obra. "En la novela hay un juego y un jugador. Se trata de una crítica de cómo el lenguaje deportivo ha calado en nuestras vidas".
Al autor le interesan las edades extremas tanto en sus películas como en sus novelas. Los muy jóvenes --"la adolescencia es como un teatrillo en el que no acaba de empezar nunca la obra"-- y los ancianos. "Mi padre me tuvo muy mayor y por eso me entiendo bien con los viejos. Tienen una gran lucidez. Hay dos clases de viejos: los que dicen que todo lo que se hacía antes era mejor --lo que es absolutamente falso-- y aquellos que se emocionan con lo que hacen los jóvenes que les rodean. Ese es el tipo de viejo que me gustaría ser. Un viejo vivo frente a los aspirantes al museo". Fernando Fernán Gómez, cuya evocación surge una y otra vez durante la conversación --"le admiraba porque era el antimárketing personificado"--, y el guionista Rafael Azcona son para el pequeño de los Trueba algunos de esos viejos vivos a los que le gustaría parecerse.
Con cinco películas en su haber y tres novelas, se declara monógamo sucesivo con respecto al cine y a la novela, que cultiva sin revolverlas, en departamentos estancos. "Cuando estoy dirigiendo no escribo una sola línea, y al revés". Tampoco tiene ganas de que ninguna de sus novelas acabe en la pantalla. Y pone este ejemplo: "La literatura es como una acogedora casa aislada en el campo. Si construyeran al lado una pista de esquí, me fastidiaría mucho".

Trueba de fuego


Querer resumir la vida de los Belitre en un cuadro pintado es todo un reto. Pero voy a intentar conseguirlo, cojo carrerilla y ahí voy.

Es una tarde de verano en el jardín de la casa donada a los Belitre, tarde enganchosa y rural. Félix Belitre se dispone a servir la paella donada a su vez por Paula-su-esposa, la única trabajadora a tiempo completo y eterno en esa casa, donante de vida, dómina de casa, sacrificadora familiar.
Sus seis hijos atormentan el rectángulo de la mesa de madera cada cual con su forma de estar en el mundo. Matías, con el síndrome de Latimer también en la expresión de sus ojos, vela por orquestar esa desinfonía que el padre al que emula nunca sabrá llevar. Pero un bastonazo estruendo y doliente del abuelo Abelardo exalta toda la atmósfera previa a la inminente primera degustación de paella, y causa un silencio absoluto de dos segundos antes de pronunciar:
- El Altísimo creó en el sexto día la paella y en el séptimo se reunió para probarla, pero nunca creo a mamarrachos que no saben bendecir la mesa! Cerró los ojos- Queda bendecida ya, joder!
Felisín sonreía apurado a su novia Nicole intentando que sus ojos como platos mirasen al plato real de comida y que le acercaran el tenedor, mientras se alejaban los segundos tras la enésima vehemencia del abuelo.
El pequeño Lucas era el único de la familia inmune a cualquier exceso de seriedad, y desafiaba a Nacho tirándole granos de arroz con la cuchara de catapulta, mientras se ponía dos patas de cigala colgando de las fosas nasales. Nacho aplacaba los granitos con felicidad recordando el éxtasis de la noche anterior con aquellas dos mulatas en celo. Basilio miraba la agresión arrocera sin puerta de iglesia, adivinando a la perfección la enésima aventura nocturna de Nacho, mientras sentía cada granito arrojado como un eco de su cara picoteada por el acné histérico.
El adolescente Gaspar saboreaba el arroz caldoso evocando a Violeta, la musa y protagonista de sus novelas recreando el momento en que la volvería a ver tras el verano.
Y Félix, Mamá y el abuelo Abelardo eran los portavoces de esa paella, el ruido y palabras que giraban en torno a si había sido conveniente hacer estallar la ensalada con el bastón del abuelo o si Dios también detestaba todo lo verde aderezado con aceites sospechosamente procedentes del infierno...

Y ya. Ha sido un primero intento de novelar la novela, una pirueta que quizás cayó de pie. Prometo un futuro encuentro inter-novelesco entre el abuelo Abelardo y algún personaje de Cuatro amigos o Saber Perder.
Bona nit

sábado, 12 de julio de 2008

jueves, 10 de julio de 2008

Abelardo Belitre

Sigo enfrascado en la lectura de "Abierto toda la noche", donde ya he llegao a la segunda parte con lectura detallada. El rótulo de entrada ilumina que "el hogar es el único sitio abierto toda la noche", y esta novela versa sobre una familia.
Los Belitre, apellido con empaque. Familia en los 80 compuesta por un matrimonio con seis hijos varones y el abuelo, cuyo nombre es Abelardo Belitre y es el personaje que más me ha impactado y voy a subrayar aquí.

El abuelo Abelardo desayuna solo en las cafeterías, hablando y gesticulando. Habla con Dios cotidianamente. En su casa le tiene reservadísima una silla por si algún día le da por venir a comer.

Su culta, reposada, e intelectual esposa suele gritarle llanamente meapilas, cabronazo y lamedioses, pero el temperamental Abelardo le replica elaborando el insulto con: gran mujer venida a menos, gloria degradada de otros tiempos, o belleza ya putrefacta.
- Curioso como un matrimonio es la única habitación con vida propia, diferente e independiente, a las diferentes vidas que vivimos en otros lugares-.

Abelardo es, vehemente. Suelta bofetazos a testigos de Jehová en la puerta de su casa si balbucean algo poco potente sobre Dios. Pero sobretodo, mató a un amigo suyo en la cama de un hospital al arrebatarle el tabaco y quererle salvar la vida sí o sí, mientras su amigo se acababa de colapsar por el estrés gritando hijoputaa - Corrijo: no era ni amigo, sólo conocido -

Luego en el entierro se alzó protagonista con el micro y soltó su clásico poema que repetía en cada funeral.

-Es una persona con alto grado de psicoticismo, pero con una vida estable con toda esa fortaleza y potencia que da tener a un Dios en las posesiones de uno. Fortaleza de hierro a la vez que castillo de agua, porque es una fe violenta, forzada en los actos, vehemente. Es un cuerpo psíquico vacío con una armadura-esqueleto que lo mueve y que es el temperamento. Este ser es temperamento.-

El abuelo Abelardo encontró a su hijo terminando de recomponer la aleta antes de salir para el trabajo.-
-¿Funciona (el faro)? -preguntó el abuelo. El padre negó con la cabeza.
-Lo sabía. Nada de faro. "Yo soy la única luz en el desierto" Eso es lo que me ha dicho (Dios). Menos mal que el señor nos guía en la gran tribulación y nuestros coches no necesitan faros.
-Entonces rompo el otro también -ironizó el padre con visible enfado.
El abuelo afirmó y blandió el bastón en el aire antes de dejarlo caer sobre el otro faro
-Era una broma papá.
-No hay bromas con Dios -dijo el abuelo alejándose hacia el porche.

jueves, 3 de julio de 2008

Cuatro amigos, pág. 66-68


...Algunos años después nos convertimos en íntimos amigos. Recuerdo exactamente el instante en que ocurrió. Estábamos sentados a solas en la terraza de un bar. De pronto le miré y descubrí sus ojos inundados en lágrimas. Le pregunté si le sucedía algo, pero él negó con la cabeza. Dejó pasar un rato en silencio y finalmente se atrevió a explicarme lo que le ocurría.

-¿Has visto la cantidad de tías que hay?
Miré alrededor. Una calle frecuentada, como tantas otras.
-No, no ahora. En el mundo. Miles, millones. Y me gustan todas. Estoy con una y pienso en las demás. Me cruzo en la calle con chicas preciosas, mujeres que llevan a sus niños al colegio, compañeras de clase, una con su novio, un grupo de amigas, la camarera de turno, aquella que espera el autobús...

La voz se le entrecortaba como si me narrara la pérdida de un ser querido. Aquél era su drama.
-¿Por eso lloras?-traté de consolarlo.
-Pues sí, me ha dado un flash, perdona.
No tenía nada que perdonarle. Le pasé una mano por la espalda y le ofrecí unas servilletas para que se secara los lagrimones. Acababa de ganar mi corazón para siempre.

-Quiero follármelas a todas, ¿no lo entiendes? A todas, tenerlas a todas, poseerlas, que me posean. No lo soporto. Me estoy volviendo loco. ¿Para qué están aquí? ¿Para qué existen? ¿Por qué hay hombres y mujeres? Para que nos acostemos todos con todas no, ¿no? Es que no hay otra explicación. Por eso me desespero. La vida está tan mal hecha. Me gustaría ir por la calle y decir: "A ver, tú, vente a casa" y que ellas hicieran lo mismo conmigo, si yo estoy dispuesto, joder, si yo no le he dicho que no a ninguna tía en toda mi vida, si me he portado de cojones con ellas. Pues no. No es así. Por eso sufro, coño, es que es una tragedia.

El torrente de esperma retenido con forma humana que es Raúl desarrolló su priaprismo mental a lo largo de los años en que fuimos amigos. Nunca se le dieron mal las chicas, habían de ser del género rápido, decidido, era negado para el romanticismo, el flirteo civilizado. Era un seductor de casa de socorro...